Se podría afirmar que Goodbye Dragon Inn es una suerte de espejo a través del cual es espectador es capaz de presenciar lo que otros espectadores están viendo a través de otra pantalla, en una especie de heterocosmia cinéfila (o el sueño de un sueño). Algún avezado comentarista de cine podría decir que Goodbye Dragon Inn es la película de una película; pero, además de eso, es el ambiente de un viejo cine, seguramente en declinación, con unos pocos espectadores quienes con su sola presencia reviven una clásica película del cince taiwanés, Dragon Inn. El film que se presenta dentro de la película, cargado de escenas históricas de la época de las espadas, pasa a segundo plano a favor de lo que ocurre en la platea del cine, con esos espectadores que parecen ser la continuación de las butacas donde nosotros, espectadores de esta supuestamente verdadera objetividad, observamos el film. La película de Tsai Ming-Liang revive con nostalgia tanto el viejo cine de artes marciales taiwanés como la costumbre de ir al cine a ver clásicos y la complicidad de los espectadores. Probablemente pensemos en una situación cercana.
25.9.08
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